La infinidad de voces que resuenan en los ciclos eternos de Dark

Ernesto Mejía / @netomejia08

Difícilmente exista en el panorama de series actual una producción tan ambiciosa como Dark. La serie alemana de Netflix, que estrenó su tercera y última temporada a finales de junio, es una intrincada y elegante mezcla de referencias que va desde la mitología hasta la ciencia, pasando por el ocultismo, la literatura y la filosofía.

El resultado es una obra polifónica donde resuenan necesariamente las voces de infinidad de autores y escritos anteriores que se enfrentaron también a los grandes temas que atraviesan la serie de factura germana: el tiempo, el espacio, la inevitabilidad del retorno, el destino, el libre albedrío

Sin pretensiones de exhaustividad, la siguiente es una recopilación de algunas de esas voces que pueblan el universo sinfónico de Dark, agrupadas alrededor de algunos de sus temas más preciados.

La ductilidad del espacio-tiempo

Antes que nada, es preciso decir que Dark es una preciosa joya de ficción engarzada en una sólida base científica.

Aunque la serie abunda en referencias a numerosos fenómenos y teorías físicas, como el entrelazamiento cuántico o el gato de Schrödinger, su estructura descansa mayoritariamente en un principio: la ductilidad del espacio-tiempo. Algo que nos remite irremediablemente al trabajo del científico de origen alemán, Albert Einstein.

Hasta antes del físico, nacido en Ulm, las ideas del espacio y el tiempo que primaban eran las legadas por Newton, que los concebía como dos conceptos independientes y absolutos. Sin embargo, en 1905,  Einstein introdujo su teoría de Relatividad Especial y una década más tarde la de Relatividad General, en las cuales concluyó que el espacio y el tiempo están entretejidos en un mismo continuo cuadridimensional, conocido en adelante como espacio-tiempo, que aparte de no ser absoluto —pues depende del estado de movimiento del observador— se deforma o se curva en función de la mayor o menor masa de los cuerpos, es decir la gravedad. 

«El que no estemos acostumbrados a concebir el mundo en este sentido como un continuo cuadridimensional se debe a que el tiempo desempeñó en la física prerrelativista un papel distinto, más independiente, frente a las coordenadas espaciales, por lo cual nos hemos habituado a tratar el tiempo como un continuo independiente», exclama Einstein en su libro de divulgación científica Sobre la teoría de la relatividad especial y general.

Esa maleabilidad del espacio-tiempo abriría la puerta para soluciones a las ecuaciones de Einstein que, al menos teóricamente y bajo ciertas condiciones, posibilitarían los viajes al pasado y al futuro. Una de ellas serían las denominadas Curvas Cerradas de Tiempo, donde la gravedad de un cuerpo masivo deforma de tal manera el espacio-tiempo que la línea de universo de un objeto dibuja un curioso camino en el que finalmente regresa a las mismas coordenadas que tenía  en el pasado.

Otra de ellas, que implicaría la existencia de gravedades tan enormes que rasgarían el espacio-tiempo —esas regiones en el universo que conocemos hoy como agujeros negros— postula la posibilidad de que dichos puntos se conecten con otros (ya sea en el mismo universo, en un tiempo anterior o posterior, o incluso en otros universos), por medio de especies de túneles, bautizados inicialmente como puentes Einstein-Rosen y luego designados por su nombre más popular de agujeros de gusano. 

Es a partir de esas hipótesis que se configura todo el universo de Dark. Algo que queda patente desde al menos el capítulo 8 de la primera temporada cuando El extraño visita al relojero  Tannhaus, en 1986, para abordar algunas de sus teorías sobre el tiempo y el espacio, y en medio de la plática este último trata de ilustrarlo a través de un ejemplo: «Imagínate que estás en una habitación infinitamente grande y oscura, y que una luz brilla a tu izquierda. El haz de luz debería seguir en la misma dirección para siempre. No hay razón para asumir que pueda volver a ti desde la derecha. Pero un agujero de gusano cambia la topología del espacio-tiempo, lo curva y entonces… nada queda en su lugar».

Dark (Netflix): resumen, quién es quién, momentos temporales y más

Máquinas del tiempo y paradojas temporales

Si bien la existencia de agujeros de gusano, y más aún la casi improbable posibilidad de atravesar alguno y quedar con vida, respondería a la reunión de condiciones extremadamente difíciles de lograr, los creadores de Dark fantasean con que todas ellas confluyen en la imaginaria localidad de Winden, luego de un accidente en la planta nuclear del lugar. Este accidente abre en las cuevas que recorren el subsuelo de la localidad portales que permiten a aquellos que los atraviesan aparecer en momentos anteriores o posteriores separados por ciclos de 33 años.

Esta no es la única forma de realizar esos viajes. En una sobresimplificación aún mayor, algunos de los personajes poseen extrañas máquinas portátiles que permiten idénticos saltos temporales. 

En ese punto, la serie deja obviamente de lado la ciencia para empalmar con la dilatada tradición de relatos de ciencia ficción donde juegan un papel preponderante los artilugios capaces de realizar esos viajes espaciotemporales. Una tradición iniciada acaso con el francés Eugene Mouton y su obra L’historioscope (1886), pero popularizada definitivamente por el novelista británico H.G. Wells y su libro La máquina del tiempo (1895).

No obstante, más allá de ese claro punto de encuentro, debido a su afán por explorar las implicaciones que podrían tener los viajes en el tiempo, quizás la deuda mayor de Dark sea con El viajero imprudente, de René Barjavel. Una obra clave del subgénero que plantearía por primera vez, al menos desde el campo de la ciencia ficción, una de las paradojas temporales más famosas: la paradoja del abuelo, una incongruencia retomada en adelante por una infinidad de obras de la literatura y del cine, y estudiada incluso por algunos físicos. 

Publicada en 1943, la novela de Barjavel narra la historia de Pierre Saint-Menoux, un joven matemático devenido soldado al inicio de la Segunda Guerra Mundial, quien por un golpe de suerte conoce a un científico de nombre Noël Essaillon, que ha desarrollado la noelita, una sustancia que permite realizar viajes en el tiempo.

Invitado por el físico, Saint-Menoux se transforma en su asistente, iniciando así una delirante cadena de viajes espacio-temporales que lo llevan a futuros y pasados muy distantes. En el curso de sus desplazamientos a siglos anteriores, y una vez muerto Essaillon, el protagonista deja de contentarse con ser solo un espectador y comienza a modificar el pasado. Presintiendo, no obstante, que esos cambios que  realiza afectan únicamente los destinos individuales, más no el desarrollo de los grandes hechos históricos, viaja a 1793, al sitio de Toulon, para asesinar a Napoleón, cuando este era solo un teniente, con la intención de comprobar si una vez muerto otro hombre tomaría su lugar.

Su desafortunada empresa toma un cariz inesperado cuando un soldado, que termina siendo un ancestro suyo, se sacrifica para evitar el asesinato del futuro emperador. Saint-Menoux entra entonces en un bucle de paradojas temporales: al haber asesinado a su antepasado, no pudo haber nacido él para matarlo, por lo tanto, su antepasado  no está muerto y él sí pudo nacer y viajar en el tiempo para asesinarlo, y así, al infinito.

En un escrito posterior, cuyo título (To be and not to be) parafraseaba la célebre frase de Hamlet, publicado 15 años después de su novela, Barjavel trataba de explicar el paradójico destino de su protagonista aduciendo que este de alguna manera existía y no existía al mismo tiempo.

Y afirmaba: «No sé qué decirles, me es imposible imaginar su estado. Para nuestro espíritu humano limitado, impedido, solo el ‘o’ (del ser o no ser) de Hamlet es comprensible (…) El ‘y’ de Saint-Menoux nos hace perder el equilibrio. Nos pone en el extremo de nuestro universo racional. Un paso, una palabra de más y es el principio de los abismos, la lógica del absurdo y la evidencia demostrada de la posibilidad de lo imposible».

Esa huella indeleble del escritor galo puede notarse también en Dark cuando El extraño, quien ha seguido al protagonista, Jonas, hasta 1986, le advierte de los peligros de llevar al niño Mikkel de regreso al presente. Al hacerlo, Jonas impediría su propio nacimiento, por lo tanto sería incapaz de viajar al pasado y traer de vuelta a Mikkel al presente, etc., etc.

Los universos paralelos y los dobles

Para tratar de resolver, en términos narrativos, muchas de las paradojas que plantea, Dark recurre a la idea de los multiversos, una teoría que tuvo su primer acercamiento desde la ciencia, en 1957, cuando el físico estadounidense Hugh Everett formuló su Interpretación de los Muchos Mundos.

Básicamente, lo que Everett buscaba con ella era resolver la contradicción que surgía del hecho de que en el mundo cuántico (en un nivel muy microscópico), partículas elementales, como electrones o fotones, pudieran existir en una superposición de ubicaciones, velocidades y orientaciones al mismo tiempo (como en el famoso gato de Schrödinger), pero al momento de ser observado y medido, este adoptara uno solo de esos estados y no todos los posibles.

Ante eso, el físico propuso la tesis de que en cada interacción entre un observador y un objeto, el universo se divide en múltiples universos donde se realizan todas y cada una de las superposiciones posibles, produciendo así una infinidad de ramificaciones y líneas de tiempo distintas.

Curiosamente, más allá de estar contemplada también en algunas religiones, como el hinduismo, esa idea de universos múltiples, que ha ganado un respeto creciente entre la comunidad científica en las últimas décadas, había sido ya imaginada y conceptualizada de alguna forma 85 años antes, por el revolucionario francés Louis Auguste Blanqui, quien la condensó en una obra fascinante y poética denominada La eternidad a través de los astros (1872).

En esa especie de especulación cosmológica —extraña obra para figurar entre los escritos de un hombre que dedicó toda su vida a la agitación política— Blanqui vuelca su visión de un universo infinito poblado por una miríada de mundos que resultan ser copias unos de otros.

El punto de partida para su exposición es sencillo: dado que para crear todo, la naturaleza dispone de un número limitado de elementos, la cantidad de combinaciones originales que puede extraer de ellos será también limitado. Una vez alcanzado ese término, argumenta, la naturaleza debe echar mano de copias para poblar el infinito.

«La naturaleza no puede hacer lo imposible. Visible en todas partes, la uniformidad de su método desmiente la hipótesis de creaciones infinitas exclusivamente originales. La cifra está limitada de derecho por el número muy limitado de los cuerpos simples. En cierto sentido son combinaciones-tipo, cuyas repeticiones sin fin colman la extensión», afirma el que fuera uno de los jefes de la Comuna de París.  

El resultado de eso, según Blanqui, consiste en la multiplicación exponencial de mundos idénticos al nuestro diferenciados, sin embargo, por la multitud de decisiones que a cada instante, a cada segundo, toman o desechan los habitantes de esas realidades paralelas, lo que configura en definitiva vidas e historias completamente distintas.

«¿Qué hombre no se encuentra a veces en presencia de dos senderos? Ese, del que se aparta, le daría lugar a una vida muy diferente, aún dejándole la misma individualidad. Uno lo conduce a la miseria, la vergüenza, a la servidumbre. El otro lo llevaría a la gloria, a la libertad (…) Todo lo que uno podría haber sido aquí abajo, también se es en alguna otra parte. Más allá de la existencia entera que se vive en una muchedumbre de tierras, desde el nacimiento hasta la muerte, se viven otras, en diez mil ediciones diferentes», agrega.

Blanqui desemboca así en un tema que, independientemente de estar ligado a la idea de los mundos y universos paralelos o no, ha fascinado y aterrorizado a la humanidad desde siempre: el de los dobles. Otro tópico omnipresente, desde luego, en la serie alemana.

Los orígenes de esa atracción en la literatura se remontan al menos hasta las comedias, Los Menecmos y Anfitrión, del escritor latino, Plauto (siglo II a.C). Desde entonces, la lista de autores que bajo diferentes ropajes ha abordado la temática en sus libros incluye a literatos tan disímiles como Shakespeare, Stevenson, Dostoievski, Poe, Unamuno y Saramago.

Probablemente el ejemplo que resulte más pertinente para el tema que nos ocupa, por ocurrir en él una suerte de ruptura espacio-temporal, sea El otro (1975), de Jorge Luis Borges. El archiconocido relato, que desde hace unas dos décadas sabemos guarda cuestionables similitudes de estructura e incluso estilo con un cuento muy anterior del escritor italiano Giovanni Papini, llamado Dos imágenes en un estanque (1907), narra el encuentro de un Borges ya anciano con una versión mucho más joven de él mismo.

Tal y como sucede en el cuento del florentino, superada la sorpresa inicial de los protagonistas, sobreviene un momento de curiosidad donde tratan de comprobar que son en efecto la misma persona solo que en tiempos diferentes y, luego, un instante de repentina desilusión al constatar el desfase de ideas y visiones de mundo que la brecha generacional entre ambos ha producido. Sin embargo, mientras que en el relato de Borges, los personajes se despiden haciendo la promesa de encontrarse al día siguiente en el mismo lugar, un compromiso que saben de antemano no cumplirán, en el de Papini, el protagonista de mayor edad termina ahogando en un estanque a su alter ego más joven. Un final que nos remite de nuevo al tema de las paradojas temporales. Como se ve, quizás la serie alemana no falte a la razón al proclamar una y otra vez que todo está conectado.

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Determinismo y pesimismo

Pronto los personajes de Dark caen en la cuenta de que por más que puedan viajar en el tiempo e incluso entre universos les es imposible realizar la más mínima modificación a las líneas cronológicas.

Fiel a su apego a las teorías científicas, la serie se adhiere en ese punto al principio de autoconsistencia del astrofísico ruso Ígor Nóvikov que afirma que la probabilidad de que un evento realice un cambio en el pasado es nula, puesto que violaría la ley de causalidad. 

Así, incluso cuando parece que finalmente los personajes que viajan a un tiempo anterior tendrán éxito en su empresa de alterar el curso de la historia, se descubre que sus acciones solo ayudan a configurar el futuro del que han partido tal y como ya lo conocen. En otras palabras, sin importar cuánto empeño pongan en trastocar los eventos, estarán determinados a llegar al mismo resultado que quieren evitar, lo que, en definitiva, los inscribe en el marco de la paradoja de la predestinación.

Si las opciones de cambio en el pasado están cerradas, en el futuro no lo están menos. En Dark, incluso la esperanza de las bifurcaciones planteada por Blanqui, que a cada instante abre a todo ser humano la posibilidad de elegir, no es más que una vana ilusión.

En consonancia con las ideas del científico francés, Pierre Simon Laplace, los personajes de la serie se mueven en universos donde todo el devenir del mundo material —los seres humanos incluidos, por supuesto— está ya contenido en el momento presente y donde, por consiguiente, el curso de las vidas está fijada de antemano por una inquebrantable cadena de causas y efectos.

Frente a ese panorama, que pone en entredicho la noción de libre albedrío, la producción entrelaza el determinismo científico con el pesimismo filosófico, cuyo máximo exponente fue el pensador alemán, Arthur Schopenhauer.

La admiración de los creadores por las ideas del filósofo se advierte en toda la serie y no está ni siquiera velada, puesto que una cita suya aparece como epígrafe en el capítulo de arranque de la última temporada.

Heredero del pensamiento de Kant, Schopenhauer creía que el mundo que experimentamos era simplemente una representación que dependía del sujeto, y que esa representación estaba condicionada por el tiempo, el espacio y la causalidad. Nuestro conocimiento entonces se limitaba únicamente al plano de los fenómenos. Sin embargo, bajo esa percepción sensible, el filósofo pensaba que yacía la realidad última, la esencia de todas las cosas, a la cual designó como «Voluntad», un principio metafísico fuera del espacio y el tiempo que describió como «un ciego afán, un impulso carente de todo objeto y motivos». Para Schopenhauer, los seres humanos, como el resto de la realidad material, de hecho, no eran más que simples objetivaciones de ese impulso. 

En esa cosmovisión, el libre arbitrio aparece pues solo como una creencia surgida a partir de lo que podemos percibir del mundo empírico y resulta por lo mismo ilusoria. En tanto no encuentran obstáculos físicos, los seres humanos hacen efectivamente lo que quieren, pero ese querer no depende en realidad de ellos, sino que sigue siendo resultado de la Voluntad, esa  fuerza ciega e irracional que subyace en todo.

Como buenos seguidores de Schopenhauer, los creadores de Dark construyen así personajes en un permanente estado de insatisfacción, llevados caprichosamente por fuerzas mayores que ellos, cuya marca más definitoria es la tragedia.

Ese carácter sombrío de su existencia se acentúa más por el hecho de que lejos de habitar una temporalidad lineal, donde a un inicio le sobrevendría inexorablemente un final, estos transitan en una temporalidad cíclica, donde sus vidas, hasta en el más mínimo detalle, están condenadas a repetirse una y otra y otra vez. Una noción propia de las filosofías orientales, ya presente de alguna forma en el pensador griego Heráclito, pero popularizada en occidente por Friedrich Nietzche bajo el concepto del eterno retorno.

Todos esos elementos juntos dan forma a una historia terrible donde, no obstante, al final (si cabe usar ese término en este caso), tal y como en la filosofía de Schopenhauer, existe una leve esperanza para la liberación. Aunque esta, obviamente, no sea fácil e implique pagar un alto precio.

Este artículo se publicó originalmente en La Prensa Gráfica.

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